A Mariña estudia sus naufragios

Hasta el descubrimiento en 2008 de una nave flamenca, hundida en el siglo XVI frente a la playa de Lago, en Xove, la arqueología submarina jamás se había detenido a investigar los barcos naufragados en A Mariña de Lugo.

Pero el convenio que el Ministerio de Cultura y la Xunta firmaron en 2010 para desarrollar el Plan Nacional de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático está descubriendo en unos casos y confirmando en otros la existencia de numerosos pecios hundidos en el fondo de las Rías Altas.

Ayer, el director general de Patrimonio, José Manuel Rey Pichel, y el director de la empresa de arqueología submarina Argos, Ignacio Crespo, presentaron los resultados de la primera investigación científica en aguas de Viveiro y Ribadeo.

 

La campaña, «espectacular» según el propio Crespo, ha descubierto desde anforetas, pipas de caolín, cerámicas y una pistola de arzón -el arma que se llevaba en la silla de montar- a cinco barcos hundidos desde el siglo XVII al XIX. Para una posterior incursión de los buceadores quedan seis pecios señalados por los vecinos de Viveiro en la parte externa de la ría, aún sin estudiar.

 

Olvidados desde el medievo, o camuflados por metros de sedimento desde las guerras napoleónicas, los barcos hundidos en el litoral lucense se quedaron durante siglos bajo el agua; con suerte, algunos como la fragata Magdalena o el bergantín Palomo, que se fueron a pique en la costa de Viveiro con 550 personas a bordo el día de Difuntos de 1810, vencieron la desmemoria gracias a coplas populares. Los marineros de la zona conocían el lugar aproximado del hundimiento- la fragata, en la playa de Covas; el bergantín, arrastrado por la galerna, desapareció frente a la de Sacido- pero con la excepción de expoliadores y buceadores de la Armada, nadie bajó nunca a comprobar la riqueza patrimonial de unas rías que vieron pasar -y también naufragar- varios de los buques de la expedición cántabra, la flota hispano-inglesa que intentó, sin éxito, liberar Santoña del invasor francés. La prospección indica que, efectivamente, la Magdalena y el Palomo siguen en el lugar que todos sospechaban y que, además, la fragata fue expoliada a conciencia durante décadas. El régimen de mareas los ha enterrado a los dos, pero el sónar y el magnetómetro usados por el equipo de arqueólogos, restauradores e ingenieros indican «anomalías», es decir, puntos de interés marcados por elementos metálicos que no siempre quedan a la vista y que coinciden con las coordenadas señaladas por las fuentes documentales que existen sobre el naufragio. «En Viveiro encontramos 11 anomalías, que pueden ser desde desechos a restos de barcos hundidos prácticamente anteayer», describe Crespo.

 

«Nuestro trabajo es muy aséptico. Normalmente, somos muy reticentes a darles nombres a los barcos, sobre todo cuando no tenemos documentación escrita». Es la explicación de por qué el pecio del siglo XVII localizado al sur del puente de los Santos de Ribadeo -probablemente un buque inglés u holandés- ha sido bautizado como Ribadeo A, sin más conjeturas sobre el nombre y la historia de su hundimiento. Cerca de este punto, y probablemente asociados a él, aparecieron los restos más interesantes de la campaña, la pistola, las pipas y las anforetas, extraídas para su restauración y posterior exposición en el Museo do Mar de Vigo. «Solo se extrajo lo que era susceptible de ser expoliado», señala Crespo.

 

En la misma zona de la ría, al sur del puente que comunica Ribadeo con Asturias, los buceadores de Argos encontraron, esta vez mediante prospección directa, visual, un vapor de palas de finales del siglo XIX. Levanta del fondo unos dos metros, tiene el casco de hierro y conserva gran parte de su quilla en buen estado. En las inmediaciones del fuerte de San Damián apareció una pieza de artillería, probablemente también parte de un barco. En el caso de Ribadeo, los yacimientos submarinos, mezclados con restos medievales y modernos del puerto, información sobre la historia del muelle a lo largo de los siglos. «Desde la prospección de Xove siempre hemos apostado por A Mariña, que es una zona con poca documentación pero mucho potencial», afirma Crespo.

 

Junto a las rías de Corcubión y Vigo, donde el rastreo de pecios terminó hace meses, el Cantábrico gallego será uno de los puntos clave de la futura Carta Subacuática de Galicia. El proyecto cuenta con un presupuesto de 75.000 euros.

 

Fuente: El País

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