Tiburón por fuera, madraza por dentro

Biólogos vigueses estudian por primera vez cómo la hembra del marrajo, una especie presente en nuestras costas, alimenta a los fetos durante su prolongada gestación

Navegan muy cerca de nuestras costas procedentes de casi cualquier océano, pero son unos grandes desconocidos. Investigadores vigueses llevan varios años tras la pista de las diferentes especies de tiburón que viven a solo unas quince millas de Cíes y uno de sus últimos avances está relacionado con la gestación del marrajo azul (Isurus oxyrinchus). Las hembras desarrollan los huevos en su útero y, tras la eclosión, los fetos continúan viviendo en el interior alrededor de un año. Esta condición ovovivípara era conocida, pero el biólogo Gonzalo Mucientes ha estudiado por primera vez las relaciones energéticas entre madre e hijo, ya que no existe un cordón umbilical a través del que éste pueda ser alimentado.

«La hembra desarrolla unos huevos no fertilizados que el feto ingiere y así le va aportando energía durante todo el embarazo, que se prolonga durante bastante tiempo», revela el científico, que desarrolla su labor en el Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC y el Cetmar.

 

Mucientes, cuya tesis en marcha se centra en la biología y ecología del marrajo, presentó un avance de estos novedosos resultados en el reciente congreso internacional Fish Reproduction and Fisheries celebrado en Vigo y está pendiente de elaborar y publicar artículos en revistas especializadas.

 

Se ha demostrado que en el caso del tiburón blanco y el toro, especies con una reproducción similar a la del marrajo, cuando los fetos tienen dientes se pueden llegar a comer unos a otros: «Empieza su lucha por la supervivencia antes de nacer».

 

El biólogo ha analizado más de ochenta embriones pertenecientes a una decena de madres –cada una suele desarrollar entre ocho y doce en su interior– y que le fueron cedidos por los pescadores. «Cuando capturan a una hembra preñada y encuentran los fetos muertos me los guardan, los congelan y así los podemos estudiar. Si están vivos los echan al mar para que tengan alguna posibilidad de sobrevivir», explica Mucientes.

 

La mayoría de los fetos proceden de madres capturadas en el Pacífico, pero no es habitual que los buques encuentren ejemplares preñados, lo que dificulta todavía más su estudio. La intención de Mucientes es conseguir más muestras para profundizar en las relaciones entre madre e hijo y determinar los lugares en los que las hembras dan a luz, otra de las incógnitas que rodea a la especie. «Por lo que sabemos no serían demasiados y estarían relacionados con la presencia de más alimento o temperaturas más suaves. Hemos localizado posibles zonas en el Atlántico y el Pacífico porque en ellas se producen muchas capturas de ejemplares juveniles. Pero por ahora son suposiciones», comenta.

 

Mucientes forma parte de un grupo integrado por Francisco Saborido, del IIM, y el investigador Nuno Queiroz, de la Universidad de Oporto, y en el que también colaboran el británico David Sims, la empresa Maregalia y la asociación Axena. Además del marrajo, también investigan otra de las especies que se acerca a las costas gallegas y la más pescada: la tintorera (Prionace glauca).

 

Los biólogos usan marcas de plástico –más de 800 ejemplares han sido identificados en los últimos años– y transmisores conectados por satélite que han instalado hasta el momento en una veintena de ejemplares del Atlántico norte y Portugal. Este mismo fin de semana, Mucientes se desplazó al Algarve para marcar tintoreras.

 

Desplazamientos

La combinación de los datos obtenidos revela la ruta seguida, temperatura del agua y profundidad, así como patrones de migración y zonas de concentración. Los tiburones realizan largos y numerosos desplazamientos y un ejemplar marcado al sur de Flemish Cap, cerca de Terranova, puede aparecer un mes después frente a Cíes. «Se mueven tanto que está por demostrar incluso que entre los marrajos de todos los océanos no hay diferencias genéticas», destaca.

 

Los estudios del grupo han dado lugar a varias publicaciones sobre alimentación y a una muy curiosa, recogida por Biology Letters y destacada en la prestigiosa Nature, sobre la segregación de hembras y machos en una zona del Pacífico Sur: «Fue increíble. Descubrimos que en algunos momentos del año ellas se mantienen separadas. Descartamos que fuese por requerimientos de alimentación diferentes y creemos que puede deberse a alteraciones sociales relacionadas con la cópula, que es muy violenta».

 

Fuente: Faro de Vigo

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