Depredación en el mar

Reproducimos el artículo del experto periodista en recursos marinos y veterano conocedor del sector profesional y artesanal, además de colaborador del diario La Opinión, sobre la impunidad en la esquilmación de nuestros fondos.

Bailando con Nasas

No hay mejor remedio para comprobarlo que acercarse a los muelles y verlos partir hacia caladeros próximos. Caladeros de ida y vuelta no siempre segura, porque las embarcaciones son lo que son y, si bien están autorizadas para pescar pulpos con nasas con un promedio de más o menos 200 o 300 piezas, estas se calan y se levantan cuando al propietario del barco le viene bien pero en un número no inferior a las 1.500 nasas. Es decir: aparejos (nasas) que serían los que corresponderían a unas cinco o seis embarcaciones, pero solo para una. Es lo que hay.

Los marineros que cumplen con lo dispuesto por la Consellería do Mar quieren denunciar a los infractores, pero se encuentran con la indiferencia de los patrones mayores de sus cofradías de pescadores. Y pintan bastos para el infractor, que rodea con sus raxeiros (caceas de aproximadamente un centenar de nasas unidas por una piola) los lugares en los que habitualmente hay pulpos y dejan caladas las nasas durante días para, al final de estos, levantar el raxeiro y seleccionar para su venta en lonja tan solo aquello que le va a reportar un beneficio inmediato: la centolla. Todo lo demás, al decir de un veterano patrón y armador de un barco de la tercera lista (artes menores), «es estiércol». Levantan las nasas, comprueban lo que hay en el interior de estas y se deshacen de sargos, salmonetes, etc., porque lo único que aprecian es la centolla.

Bailan con nasas, pero podrían estar bailando con lobos, porque sus compañeros los ven. Faenan unos muy próximos a los otros. Saben cuando calan las nasas y cuando las levantan de la zona de fondeo. Y ven con lo que tiran al mar. La Guardia Civil del Mar, asegura este marinero con más de 30 años de oficio, «non da feito». Los raxeiros se levantan y ocupa su sitio otro nuevo, con lo que siempre se incumple la normativa de la Consellería do Mar.

Los que acatan las leyes se desesperan porque consideran que, si bien la Xunta establece leyes, no controla el cumplimiento de estas. Marineros que se han empeñado hasta las orejas para comprar un barco de la tercera lista ahora no tienen qué pescar. Y han pagado, además del precio del barco, entre 15.000 y 30.000 euros por cada uno de los permisos de explotación (permex) que les autorizan a pescar y poder así recuperar lo pagado y que los bancos no les embarguen la casa -si la tienen- o la de sus avalistas (en muchos casos, la de sus propios padres).

Demasiadas culpas repartidas y mucho mirar para otro lado cuando se trata de lograr que no impere la ley de la jungla.

Fuente: La Opinión