Biólogos financiados por la UE estudian una montaña bajo el mar situada a 200 km de la costa gallega

A pesar de que todo el mundo estudia que la montaña más alta del mundo es el Everest, si se tuvieran en cuenta las que existen bajo el océano, el título le sería arrebatado por el Mauna Kea -en Hawaii-. En el Atlántico, cerca de Galicia, existe una montaña submarina, con dimensiones más modestas y su pico más alto a 600 metros bajo la superficie. Un proyecto financiado con fondos europeos, el Indemares, indaga sus tesoros para ofrecer al Gobierno datos sobre el entorno que permitan protegerla mediante alguna figura jurídica, como Red Natura 2000. La presencia de esponjas, corales de aguas frías o tiburones ofrece motivos más que de sobra.

El Banco de Galicia -en una de cuyas vertientes, a 234 kilómetros de Fisterra, yace el pecio del Prestige, aunque los investigadores no han encontrado señales de contaminación- es uno de los diez puntos de mira del programa Life+Indemares, financiado por la Unión Europea en un 50% y coordinado por la Fundación Biodiversidad. Su objetivo, explican los ecologistas de WWF-Adena, una de las entidades participantes, es contribuir a la «protección y uso sostenible de la biodiversidad en los mares españoles mediante la identificación de espacios de valor para la Red Natura 2000». Las investigaciones costarán 15,4 millones de euros y se desarrollarán hasta finales de 2013. Se trata de un estudio «pionero», al menos en el caso del Banco de Galicia, porque analizará todos los componentes del ecosistema.

 

Ignacio Torres, director de Indemares, recuerda que las diez áreas fueron escogidas según criterios entre los que destaca la presencia de especies o hábitats amenazados, al menos 30 en todas las zonas. Los investigadores que trabajan en el proyecto pretenden, explica WWF, mostrar que el «mar está lleno de tesoros, la mayoría desconocidos». Por ejemplo, pocos saben que no existen corales solo en los trópicos. Aquí, a 200 kilómetros de la costa gallega, «podemos descubrir auténticos jardines de coral que nada tienen que envidiar a sus parientes tropicales», argumentan.

Y los biólogos marinos les dan la razón. Alberto Serrano, que trabaja en el Instituto Oceanográfico de Santander, coordina la exploración del Banco de Galicia, en la que también participa un investigador de la Xunta, Rafael Bañón. Lo primero que dice Serrano es que hay «especies en listados de convenios como Ospar y Red Natura 2000». «No digo que tengan que estar protegidas, eso lo debe decir el Ministerio, sólo digo que sí hemos hallado argumentos de que esa zona se puede proteger», aclara.

 

Las primeras preguntas a las que quieren responder los biólogos con su incursión en el Banco de Galicia es quién vive allí y por qué, para hacer una propuesta al Ministerio. «El Banco de Galicia es una zona bastante especial», explica Serrano. «No hay muchas montañas submarinas» en la costa española -tal vez sea el único en la zona norte, indica-, y forman, afirma, «un ecosistema muy singular». ¿Por qué? Al igual que los barcos de gran tonelaje se deslizan por el corredor de Fisterra por su ubicación estratégica, el Banco de Galicia «conjuga» fauna variada debido a que allí se cruzan corrientes del Norte de Europa y África, además de que el «aislamiento» produce especialidad. Estudios previos ya habían señalado la presencia de corales de aguas frías y corales bambú y tiburones de profundidad. Estas especies se encuadrarían dentro de las que protegen figuras como el Convenio Ospar o Red Natura 2000. Por ejemplo, explica Serrano, las especies que viven «fijas al fondo» y «construyen grandes estructuras», como los arrecifes de coral blanco de agua fría, más habituales del Norte de Europa, que usan otros animales para protegerse y alimentarse. También menciona los corales bambú -una especie de crecimiento lento que sólo habita zonas bien conservadas-, los corales negros, los corales solitarios y ciertas «agrupaciones de esponjas».

 

Además de animales que viven más pegados al fondo, existen otros «móviles» con poblaciones «bien estructuradas», «muy vulnerables», que en otras zonas están «muy amenazados por la pesca». En el caso del Banco, su lejanía lo protege de la pesca artesanal. «No es rentable ir tan lejos» y por eso el científico afirma que hay que proteger la zona porque «tiene buenas condiciones ecológicas». No obstante, avisa, eso podría «cambiar en el futuro» y «convendría hacer un santuario» del lugar, en el que hay además de especies de fondo, ballenas rorcuales, que se alimentan allí.

 

También habitan en la zona los tiburones de fondo, «muy vulnerables» debido a su lento crecimiento y a que tienen pocas crías. «En Galicia hay una buena población», destaca Serrano. En listas de Red Natura 2000 hay especies como el reloj anaranjado, un pez que puede superar ampliamente los cien años y que se puede encontrar en el Banco de Galicia. Ha sido objeto de pesquerías por su valor comercial y vive muy vinculado a las montañas submarinas, al igual que el pez rata, «muy vulnerable al arrastre».

 

Además, menciona Serrano, existen especies muy «interesantes» desde el punto de vista científico que se deben a que las corrientes del Sur llegan al Banco de Galicia, todas ellas «muy poco conocidas», como las esponjas carnívoras, habituales de la Antártida. Junto a los anfitriones permanentes, a los científicos también les importa ver quién visita el lugar: túnidos, tiburones peregrinos y ballenas en general. «La densidad de cetáceos parece mayor que en otras zonas», explica el biólogo. «El efecto de esta montaña sobre la corriente hace que se retenga por encima el alimento y que haya más aves y más plancton», afirma.

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